En la ciudad

La mediana edad (crisis). En la sociedad española (catalana). Barna (para los modernetes). Colegueo (colegas que apenas se conocen). Novias (ex). Novios (). Hijo(s) e hija(s). Silencios con miradas. Sin ellas. Solo miradas. Ojos mirando que pasan muchas cosas pero ninguna cosa grande. Cositas, sí, una detrás de otra; la vida en sí (parece ser), aunque intuyo que en Santa Coloma no se lleva mucho ese estilo.

Follar. Al final todo se resume en follar. Hacer una peli es para follar -con las grupies. Escribir un libro es para follar (con las grupies. Tocar en una banda es para follar ¡con las grupies! Y qué cojones... La vida es para follar, que no os confundan los y las gafapastas, de hecho, el director catalán nos lo dice en la gran mayoría de las relaciones que vemos pasear por la cinta, pero me voy a centrar en una de ellas; me resulta muy interesantísima la que tiene el personaje que interpreta el actor Eduard Fernández con su pareja. El conflicto moral que le persigue es el conflicto que deberíamos tener todos -o no- en esta sociedad: el bien y el mal; mentir o decir la verdad. No me creo el panfleto del 'amor' más allá del ideal que el personaje cree sentir, ese ideal del amor germánico como clavo ardiendo en el que agarrarse cuando todo va mal, aunque qué vamos a decir cuando hay gente que se agarra a un dios. Debe pronunciarse en el bien o en el mal; en el perdón o el no perdón.


Me resulta un personaje harto interesante sin menospreciar al resto del elenco, pero este señor vive rodeado de gente que no siente encajada en su modo de pensar, en su modo de vivir, en su modo de respirar e incluso en su modo de comer -supongo que en el descomer se verá homologado- y da igual que tenga un curro de la hostia y la pasta le salga por las orejas o las papilas con las que degusta un Rioja. El dilema nietzscheano del perdón (moral) o no perdón (amoral), de padecer la justicia o no padecerla, presenta la situación más jugosa y suculenta que la crítica moral del que es ludópata, del borracho o del cuarentón que se va una mozalba a hundirse en los mares de la lujuria. Decía Montaigne que la penitencia exige que nos esforcemos, así que bajo su punto de vista, la injusticia sería mejor padecerla que cometerla, porque si no, nos torturaríamos con nuestros actos si se nos ocurriera tentarla, y así este personaje podría salvarse de la quema y de su martirio. Coff.

Pero sé que estáis pensando que Nietzsche mola más y que su ideario de la farsa que se construyó con la moral cristiana es más visceral y más 'real', más humano en el sentido del humano animal, porque todos sabemos que el débil, el enclenque, el señalado por la naturaleza para perecer en el camino hizo de la moral lo opuesto a lo que debería ser. Y si el personaje abandonara ese ideal romántico del perdón, mataría a su pareja y a ÉL (me entenderán los que hayan visto En la ciudad y que se jodan los que no la hayan visto). Pero no. No lo hace. Se deja llevar y prefiere perdonar, prefiere padecer la injusticia y así incluso dar una lástima que le haga coger impulso y sea capaz de vislumbrar un poquito de ese Nietzsche oculto en cada uno de nosotros en la escena culmen de su historia.

En fin. La película es un montón de historias de historias como la que se comenta más arriba aunque menos interesantes. Algunas chirrían un poco pero sin duda se dejan ver y observar y disfrutar para conocer, por encima de todo, esa falsa moral cristiana en la Barna más guay de los primeros años del siglo XXI