Cosmopolis

El chupasangre que brilla bajo la luz del sol se convierte en broker trajeado que amalgama cantidades ingentes de riquezas: de dinero, de cuadros, de discos, de condones, de calcetines salvajes, de libros, de coños... 

No es baladí que el personaje del libro que escribió Don Delillo sea personificado, en la película de Cronenberg, por este actor que se ha hecho famoso al encarnar el vampiro al que nunca se le ve chupar nada. No chupa ni succiona cuello alguno en ninguna de las tres (¿cuatro? ¿Cinco? ¿Treinta y siete?) partes de la saga, pero podría haberlo hecho, y eso es importante para hablar de la película Cosmópolis. En ambos films el actor es un chupóptero sin que hinque el diente, aunque en una de ellas consiga saborear los desdenes de la vida.

No es baladí, decía, por tanto, que en los tiempos que vivimos donde la consumición, la publicidad y el marketing hacen que dios sea un rol que puedas comprar y ponértelo de vez en cuando. 

No es una película pánica, es veraz.

Comentarios